El movimiento obrero argentino ante su historia

Cerca de la coyuntura, lejos de la política

Acerca del rol histórico del movimiento obrero argentino

Los reclamos de hoy darían cuenta de un empobrecimiento notable de las aspiraciones de quienes pretenden representar el sentir de la clase obrera.

Álvaro D. Ruiz 

Acerca del rol histórico del movimiento obrero argentino

Una reciente nota de opinión publicada en el diario Tiempo Argentino* y que en el copete se sintetiza: «En las dos CGT se dan fenómenos similares. Los escollos principales tienen que ver con qué posiciones tomarán en las presidenciales de 2015», aborda una descripción de los planteos gremiales que indicaría una perspectiva de pura coyuntura, de acomodamientos más vinculados a determinados dirigentes que a planteos estratégicos de los trabajadores en su conjunto y a los sindicatos como intermediarios naturales de esa voluntad colectiva, que daría cuenta de la ausencia de un verdadera política del Movimiento Obrero.
En el desarrollo de la nota aludida se señala: «En las dos CGT se dan fenómenos similares. Los principales escollos tienen que ver con las elecciones presidenciales de 2015 y qué posición tomará cada dirigente respecto de los candidatos. En segundo plano quedan las especulaciones y la puja interna en torno a quién podría conducir la central obrera que quede conformada tras la reunificación. ‘Viene lento’, dijeron desde un sector. ‘No queremos acelerar los plazos internos porque en el plano electoral tampoco hay muchas definiciones’, dijeron desde otro. Hay sindicalistas que ya se definieron por alguno de los precandidatos, otros que no quieren mostrar las cartas y otros están intentando negociar sus hombres propios dentro del entramado electoral 2015. Estos intereses políticos dificultan la posibilidad de encontrar espacio para discutir cómo y cuándo arribar a una reunificación y mucho más difícil parece poder encontrar un sindicalista con el consenso necesario para ocupar una conducción colegiada de la futura central, tal como se venía analizando.»
Y sigue diciendo: «Por ejemplo, el propio Hugo Moyano parece estar más ocupado en su armado electoral de cara a 2015 que en intentar recomponer los lazos con sus antiguos compañeros, ahora en la CGT oficialista. Aunque todavía no definió a qué candidato a presidente apoyará, Moyano mantiene líneas directas tanto con el diputado Sergio Massa, como con el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri y también con el gobernador bonaerense, Daniel Scioli. (…) En la CGT de Antonio Caló, en tanto, el escenario es un tanto diverso. Allí conviven el sector de los independientes y el de los oficialistas que tienen posturas bien diferenciadas en cómo transcurrir los próximos meses. Los independientes (el grupo integrado por Andrés Rodríguez de UPC, Gerardo Martínez de UOCRA y José Luis Lingeri de Obras Sanitarias) son uno de los impulsores de la reunificación y quienes más interesados se mostraron con generar un cambio de actitud desde el sindicalismo para llegar mejor plantados frente a quien asuma el poder en diciembre de 2015. Los más oficialistas (representados por el metalúrgico Antonio Caló, el mecánico Ricardo Pignanelli y el taxista Omar Viviani, entre otros), en cambio, están enojados con quienes ya están pensando en el próximo presidente y quieren seguir apoyando al gobierno de Cristina Fernández.»
En los términos planteados cuesta concebir el sentido de la «unificación» a nivel cupular que se plantearía desde algunos dirigentes encumbrados, y mucho más aun a la luz de lo que ha sido la historia del sindicalismo en nuestro país.
El Movimiento Obrero Argentino ha tenido siempre vocación transformadora de la realidad en clave de Soberanía Política, Independencia Económica y Justicia Social, así como reivindicando el lugar central que le corresponde en el diseño de las políticas, pero no sólo de aquellas referidas exclusivamente a las cuestiones laborales y gremiales.
Si bien tal ha sido una caracterización permanente, no cabe duda que a partir de 1945 irrumpió clara e inexorablemente en la escena política, demostrando que no es posible pensar la Nación, pensar la Patria, sin atender a sus inquietudes, planteos y pretensiones, y menos aun sin convocarlo a una participación activa.
Muchos son los ejemplos que podemos señalar en los casi 70 años transcurridos desde entonces, pero son particularmente ilustrativos ciertos pronunciamientos nacionales como los de La Falda (1957), Huerta Grande (1962) Y Los 26 puntos de la CGT (1986).
Resulta interesante cotejar cuáles fueron los programas, las propuestas y las reivindicaciones en cada uno de ellos, no sólo porque definen principios, valores y convicciones que independientemente de las particulares coyunturas indican una permanente y profunda consubstanciación con un pensamiento nacional de raíz obrera y popular, emergente de la experiencia política y sindical impulsada en los casi 10 años de gobierno de Perón, y sostenido en el tiempo más allá de los efectos devastadores del golpe de Estado de 1955.
Un análisis pormenorizado de esas Declaraciones Generales del Movimiento Obrero dan cuenta de la absoluta coincidencia existente de esos tres pronunciamientos obreros con la Declaración de La Falda, entre otros, en los siguientes temas que se enuncian aquí tal como fueran formulados en 1957: control estatal del comercio exterior; denuncia de todos los pactos lesivos de nuestra independencia económica; integración económica con los pueblos hermanos de Latinoamérica; política de alto consumo interno, altos salarios y mayor producción; desarrollo de la industria liviana e incremento de una política económica para la consolidación de la industria pesada; política energética nacional, mediante la nacionalización de las fuentes naturales de energía; control centralizado del crédito por parte del Estado; programa agrario consistente en mecanización del agro; tendencia a su industrialización y extensión del cooperativismo agrario; control obrero de la producción y distribución de la riqueza nacional; mediante la participación en la dirección de las empresas privadas y públicas, y control popular de precios; Salario Mínimo Vital y Móvil; previsión social integral; elaboración del plan político, económico y social de la realidad argentina, que reconozca la presencia del movimiento obrero como fuerza fundamental nacional a través de su participación hegemónica, teniendo presente que la clase trabajadora es la única fuerza argentina que representa en sus intereses los anhelos del país mismo, a lo que agrega su unidad de planteamientos de lucha y fortaleza.
Las circunstancias políticas singulares que rodearon a los otros dos pronunciamientos mencionados, permiten advertir la incorporación de otras cuestiones en línea con las de La Falda y que acrecientan el ideario del Movimiento Obrero Argentino. En el caso de Huerta Grande, planteando: desconocer los compromisos financieros del país firmados a espaldas del Pueblo; prohibir toda importación competitiva con nuestra producción nacional; nacionalización de los sectores clave de la Economía: siderurgia, electricidad, petróleo y frigoríficos extranjeros; nacionalización de la banca; estableciendo un sistema bancario estatal y centralizado.
Y luego, en el caso de Los 26 Puntos de la CGT, reclamando: establecer una moratoria para el pago de los servicios de la pretendida deuda externa, en razón de la necesidad vital de aplicar los recursos nacionales a la inmediata reactivación de la economía nacional; someter al Congreso Nacional, como lo establece la Constitución, la decisión sobre la naturaleza y legitimidad de la pretendida deuda externa y sobre los compromisos y plazos a negociar una vez superada la actual emergencia nacional, excluyendo terminantemente toda formula que implique la renuncia a la inmunidad soberana o admita jurisdicción judicial extranjera; no contraer nuevas obligaciones para pagar servicios ni admitir el crecimiento usurario de la pretendida deuda externa por recargo de intereses bancarios; colocar el sistema financiero al servicio del país mediante un Banco Central que actúe como orientador del crédito, privilegiando las actividades productivas; movilizar el alto margen de capacidad ociosa mediante medidas de inmediato apoyo fiscal y crediticio, directamente condicionadas a planes efectivos de mayor producción y de preservación y aumento de los niveles de ocupación, con control de su efectivo cumplimiento; poner inmediatamente en marcha planes de construcción de viviendas a todos los sectores mediante un crédito ágil, con rápido empleo de los recursos bancarios; impulsar un proceso de sustitución de importaciones congruente con el esfuerzo de reactivación del aparato productivo nacional, generando el adecuado ahorro de divisas que impone la actual situación; revalorizar la inversión pública articulando un estricto orden de prioridades para aumentar la capacidad productiva nacional y de exportación de bienes y tecnología; declarar cuanto antes la caducidad de las disposiciones dictatoriales que anularon las leyes democráticas de contrato de trabajo y convenios colectivos; garantizar en la práctica los derechos del trabajador, así como el funcionamiento de las convenciones colectivas de trabajo, amparadas expresamente en el texto constitucional; elevar el salario de los trabajadores y jubilados para asegurar una retribución justa que contribuya como mecanismo de reactivación a través del consumo interno; redefinir globalmente el sistema jubilatorio, determinando que sus recursos se forman como aportes que son salarios diferidos de los trabajadores; exigir el cumplimiento de las disposiciones legales sobre movilidad de los haberes jubilatorios en relación con los sueldos percibidos por los trabajadores en actividad; promover la urgente reforma educativa en todos los niveles, a fin de alcanzar la formación de una conciencia nacional independiente, con amplio respeto por las modalidades regionales y las expresiones culturales de las provincias; reclamar el urgente aumento del presupuesto educativo para remediar la deserción escolar, el aumento del analfabetismo, la falta de escuelas; revalorizar la función de los trabajadores de la educación, en lo referente a la legislación, los salarios y el sistema previsional; defender los valores culturales propios, con amplia participación del pueblo y mediante la inclusión, y que aseguren equitativamente fuentes de trabajo a creadores y artistas identificados con estos altos fines, en los medios masivos de difusión cultural.
La lectura atenta de esas propuestas nos lleva necesariamente a una primera reflexión, en orden a cuántas de ellas han sido incorporadas a las políticas de Estado en los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández. Pero también a una segunda, que nos deja perplejos, si las comparamos con las demandas por la inseguridad, la inflación o el Impuesto a las Ganancias que parecieran agotar la agenda de un variado conjunto de dirigentes gremiales, que sin desmedro de las preocupaciones –más o menos legítimas– que esos temas puedan generar, darían cuenta de un empobrecimiento notable de las aspiraciones de quienes pretenden representar el sentir de la clase obrera.
Las inquietudes electorales que el Movimiento Obrero pueda manifestar son absolutamente congruentes con el rol político y la activa participación que como tal le corresponde, pero sin duda ello debería asentarse en un Programa de Propuestas más amplio que partiera del Modelo de País que se pretende, ya que las conquistas laborales alcanzadas o a alcanzar no son sino emergentes de las políticas que en lo económico, social e institucional se impulsen.
En ese terreno también se impondría la interpelación a los partidos políticos y candidatos en orden a ese Programa, como también si han de mantener y profundizar las políticas de las que han sido principales destinatarios los trabajadores y claros tributarios los sindicatos.
Ambas cuestiones brillan por su ausencia, lo que no se condice con las expresiones históricas del Movimiento Obrero antes aludidas y significaría una prevalencia mezquina de posicionamientos personales en desmedro de la suerte e intereses del conjunto de los trabajadores, indisolublemente ligados al destino de la Nación.

Artículo publicado en Tiempo Argentino

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